martes, 19 de febrero de 2008

Breve ensayo sobre cine, música y poesía.

En este breve escrito reflexionaré acerca de poesía, música, y cine, y me referiré a este último omo el nuevo lenguaje capaz de sintetizar en una sola unidad muchos otros lenguajes, entre los que se cuentan principalmente los citados al principio. Porque el surgimiento de este nuevo arte que es el cine ya estaba cantado. La imagen cinematográfica expresa aquello que excede la capacidad del decir verbal. Lo multimedial es imagen pictórica, sonora, es signo y símbolo, es todo eso y mucho más, y todo sucediendo en sincronía.

Ahora bien, el siglo XX ha sido el siglo por excelencia de las vanguardias lingüísticas, y sin lugar a dudas, el de la emancipación del lenguaje, expresado en nuevas formas de experimentación a nivel de la forma sintáctica, en la recombinación de signos, y en la creación de nuevos, y en la experimentación con el fonema. Y en esta búsqueda, la palabra, a mi entender, a querido salirse de sí misma, superarse, para así llegar a acrecentar su capacidad para transmitir, comunicar. Y es en esta búsqueda en donde el cine se le ha adelantado. Pero es que la imagen se ha llevado todo por delante, la imagen nos shockea, porque tenemos la cosa delante de nuestros ojos.

De todas maneras, la lengua, en su búsqueda, ha logrado algo, y eso que ha logrado se manifiesta sobre todo en los experimentos con los fonemas en la poesía sonora de los dadaístas, en donde el habla ha encontrado en su esencia música. Ya las palabras no sólo pueden transmitir significado sino que también pueden decirnos como podría sonar aquello que intentan significarnos, o cualquier otra cosa que insinúen, debido a que el signo es arbitrario y ya no importa tanto a lo que apunta como su cualidad tímbrica. Es decir, el signo queda abierto y hay algo que suena. Y eso que suena es música. En este sentido entonces, hay una reconciliación entre texto y música; la palabra suena y la música la abraza. Como subrayaré más adelante, las forma operística se refugiará, luego de su fracaso, en algo que tiene que ver con esta nueva relación entre texto y música.

Ahora bien, ¿qué hay de la música?. El siglo pasado ha sido también el siglo de las vanguardias musicales, que han llevado a la música a compartir objetivos comunes con la literatura. Así, aquella, aburrida de las formas preestablecidas, y de las convenciones ha querido también emanciparse, pero en este caso en forma de sonidos individuales. La emancipación de las disonancias, la atonalidad, el timbre. La música, a través de esta búsqueda, ha querido al igual que la lengua, salirse de sí, superarse, y buscarse por todos lados.

Pero es aquí donde me detengo, para hablar del drama, de la música en el drama y de las innovaciones que ha introducido el cine a este respecto.

Pero es aquí donde me detengo, para hablar del drama, de la música en el drama y de las innovaciones que ha introducido el cine a este respecto.

El arte cinematográfico ha introducido, a diferencia del teatro musical u ópera, un nuevo elemento terriblemente poderoso al servicio del drama, que es el plano, que está dado por el encuadre, el recorte de la realidad. Aquí, la declamación exagerada expresada por el cantante ya no es necesaria. Ya no necesitamos más voces poderosas que canten y griten alto para expresarnos trágicamente lo que acontece en el drama. En el cine, un plano, un recorte, una imagen, ya de por sí nos hablan demasiado, tanto que una verborrea excesiva iría en contra del mismo drama. Es por ello que entonces, con el advenimiento de este nuevo arte, fracasa la ópera como género, resucitando más tarde esta en forma de canción popular. A decir verdad, algo relacionado con el lenguaje fracasa con el surgimiento del cine, como también comentaba al comienzo de este escrito, y la música se reivindica en este lugar, toma la delantera, ocupando los espacios vacíos dejados por el recitado exagerado y la lírica excesiva.



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