¡Qué noches aquellas, empapados de misterios ocultos y mundos inciertos! Recuerdo que ascendíamos a nuestro pequeño observatorio para poder estar un poco más cerca de aquel cielo, y así escuchar sus historias. Nunca tuvimos miedo. Nos abrazábamos a él y así nos contaba sobre civiizaciones perdidas, mundos con dos, tres soles y veinte lunas, estrellas moribundas, planetas solitarios y oscuros, mares inmensos ocultos bajo extensas capas de hielo. Esas eran sus historias. Y eran únicas. Recuerdo que corríamos hacia la casa para contar lo que habíamos visto. Entonces no queríamos que se terminara nunca, que la rueda se trabase y el tiempo nos llevase siempre hacia ese lugar, cerca del cielo. Y cerca de vos, Sur.
Particularmente Sur, te quiero. Jamás hablé tan bien de vos como ahora, que te extraño. Siempre que te encuentro abrazo tus cielos y me contás tus historias. Me has dado infancia, me has dado juventud, me has dado vida, y en paz.
PD: ¡gracias Marielita por esa foto tan hermosa!
martes, 26 de febrero de 2008
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